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Los Ángeles del Alma...de Alma Fernández

  • Foto del escritor: Acción Católica
    Acción Católica
  • 26 mar
  • 14 Min. de lectura




El antiguo pero rejuvenecido templo de Nuestra Señora de la Soledad luce hoy, más que nunca, como una verdadera joya, que orgullosos tenemos los costarricenses.


Construida hace poco más de 150 años, guarda una serie de verdaderas obras de arte religioso, que desde hace varios meses se enriquecen con cuatro hermosos ángeles que fueron colocados en el ábside del templo, o sea, detrás del altar mayor.


Se trata del conjunto pictórico “Cuatro Virtudes Marianas”, obra de la artista nacional Alma Fernández Tercero en un óleo sobre tela que obsequió a la parroquia de La Soledad.


Las cuatro obras de arte, Alma las hizo a solicitud del entonces párroco de La Soledad, Carlos Humberto Rojas quien hace aproximadamente nueve años la

invitó a hacer ese trabajo que hoy está destinado para la admiración de quienes visitan el templo.


Estas joyas artísticas se ubican a los costados que flanquean la imagen de la Virgen de la Asunción y representan cuatro virtudes de la Virgen María: Humildad, Contemplación, Abandono y Confianza, todas personificadas por figuras angelicales. Con Alma Fernández hacemos un recorrido por la joya arquitectónica y nos cuenta quién la motivó a pintar los cuatro ángeles y cómo devino la inspiración para que en un periodo de diez meses pintara la obra que hoy todos admiramos.


Devoción a la Virgen María


En 10 meses, de enero a octubre del 2021, Alma Fernández pintó el portento con cuatro cuadros de ángeles, que luego fueron magistralmente interpretados por el filósofo e historiador Gustavo Adolfo Soto, quien describió, con su gran amor a la Virgen María, a cada una de las figuras que hoy embellecen la joya arquitectónica de La Soledad.


En cada una de las pinturas, don Gustavo Adolfo con su visión “Mariana” pudo observar lo que se narra en la parte inferior de cada una de las figuras.

Alma Fernández y su obra, Abandono
Alma Fernández y su obra, Abandono

Se debe resaltar que en el último párrafo de cada cuadro, don Gustavo Adolfo contrasta a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo con la primera mujer que, también del propio Dios vino al mundo: Eva, que contrario a la Virgen María, cayó en la tentación.




Largo y duro camino con un final maravilloso


Alma Fernández Tercero, dudó en hacer la obra; al final, la inspiración y la Fe la motivaron para elaborar la gran obra que adorna La Soledad (Foto La Nación)
Alma Fernández Tercero, dudó en hacer la obra; al final, la inspiración y la Fe la motivaron para elaborar la gran obra que adorna La Soledad (Foto La Nación)

Hoy observamos en La Soledad, esta maravillosa obra religiosa de Alma Fernández; no obstante, y pese a que la elaboración de los cuadros le llevó 10 meses, el camino lo emprendió hace diez años, cuando el padre Carlos Humberto Rojas Sánchez fue nombrado párroco de la Iglesia de La Soledad, templo situado al pie de la avenida cuatro de San José, en lo que tradicionalmente llamamos Paseo de los Estudiantes y hoy se conoce como barrio Chino.


En el 2000, Alma, el padre Carlos Humberto y los progenitores de la artista, el renombrado pintor nacional Rafa Fernández (Q.D.D.G.) y su madre Myrna Tercero viajaron juntos a Europa al jubileo de los artistas. El viaje les permitió visitar una gran cantidad de iglesias y observar las grandes obras de arte de los más importantes e históricos artistas del arte religioso.


“Fue en el 2000 y visitamos una enorme cantidad de iglesias”, recordó Alma quien comentó que la amistad entre el padre Carlos Humberto y su familia es de muchos años. El sacerdote fue el curapárroco de la Iglesia de San Pedro de Montes de Oca, que es el lugar donde vivió el reconocido pintor nacional Rafa Fernández y su familia y donde se conocieron.

El padre Carlos Humberto Rojas, el gran motivador para que Alma Fernández pusiera todo su conocimiento, empeño y artisticidad en la obra que hoy ilumina La Soledad.
El padre Carlos Humberto Rojas, el gran motivador para que Alma Fernández pusiera todo su conocimiento, empeño y artisticidad en la obra que hoy ilumina La Soledad.

Una obra monumental de don Rafa Fernández, “La Virgen Descalza”, adorna el templo de San Pedro Montes de Oca. “Ese cuadro lo pintó mi papá a instancias del padre Carlos Humberto”, recordó con emoción Alma.


La relación amistosa de Alma y el sacerdote siguió profundizándose y un día de tantos, hace aproximadamente 12 años, la artista nacional visitó La Soledad e hizo un recorrido por todo el templo. “El padre Carlos me llevó al ábside, que está detrás del altar mayor y me dijo: ´este espacio es tuyo, para que pintes cuatro ángeles”.


Sentí vértigo – recordó Alma - es un espacio enorme y yo solo había pintado miniaturas. Entonces le dije: no padre, yo no me atrevo, es que es un lugar inmenso. Yo no puedo, insistió.


La respuesta de don Carlos Humberto fue: “podes eso y más”. Yo no me atrevía, en parte por la dimensión de las obras y en parte por la importancia del sitio donde se iban a colocar las pinturas.


Le insistí mucho, no padre, no me animo y su respuesta siempre fue positiva, ´pensalo, pensalo´. “El tiempo pasó y el padre me lo volvió a pedir. Yo había crecido en mi trabajo, había desarrollado mi experiencia en dibujo, la pintura, la técnica, en fin, tenía más elementos, más herramientas”.


El momento duro y la decisión


Alma con su padre, el reconocido artista plástico nacional, Rafa Fernández.
Alma con su padre, el reconocido artista plástico nacional, Rafa Fernández.

Uno de los momentos más duros de la vida de Alma, fue la muerte de su padre en el 2018. La ceremonia, el funeral fue en La Soledad y ese fue el empujón que le ayudó a tomar la decisión.


Me dije: voy a hacer los ángeles y así se lo manifesté al padre Carlos Humberto: padre, voy a intentarlo, haré mi mejor esfuerzo.


Fue así como a principios del 2020, antes de la pandemia, en una misa, el padre hizo el anuncio. En realidad, no me puso tiempo para entregar la obra.


Para realizar el trabajo tuve que trasladar el estudio, que lo tenía en la casa de mis padres, en las cercanías del colegio José Joaquín Vargas Calvo en San Pedro de Montes de Oca a mi residencia, camino a Rancho Redondo, donde acondicioné un espacio para pintar los grandes formatos de los ángeles.


Fue así como dispuse prepararme adecuadamente, pues había muchas cosas qué planear, qué ordenar. Tenía que mandar a hacer los bastidores, que debían ser, por el tamaño de las piezas, muy sólidos, muy fuertes, de una buena madera y con travesaños para que, a la hora de tallar la tela, estos no se torcieran.


También debía utilizar una buena tela, de un buen gramaje, precisamente por el tamaño de las piezas. Cada una mide 2,93 metros de altura.


Al tallar las telas deben quedar como un tambor por lo que tiene que ser un lienzo muy fuerte para que no se rasgue.


También, como es natural cuando se emprende una obra que va llevar mucho tiempo en su elaboración, debí contemplar otros aspectos, entre ellos el económico. El tiempo que tenía que dedicar a la pintura de los ángeles era mucho y tendía que dejar de lado otros trabajos lo cual implicaba que no iba a tener ingresos económicos.


Tuve en todo este periodo el apoyo de mi madre, Myrna Tercero. A finales del 2020, cuando la pandemia estaba en el peor momento mi madre me preguntó cuándo vas a empezar a pintar los ángeles y me animó a comenzar.


Mi respuesta fue que en enero y así lo hice, en este tiempo tan difícil que nos ha tocado vivir como humanidad, el 6 de enero del 2021, comencé a pintar los ángeles.


Ya tenía las telas en la casa, ya había acondicionado el espacio en octubre del 2020, junto al garaje tenía un jardín que quité y en el lugar que ocupaba puse un planché con su respectivo techo. Ahí dije, aquí estará mi estudio. Es un lugar amplio, luminoso, ventilado y alto.


En ese sitio si podía parar un cuadro alto y trabajar en él, aunque reconozco, le tengo miedo a las alturas y muchas veces, estando sola, me decía ¡madre mía!, en que me metí?


Sin embargo, los problemas que se me iban presentando los iba resolviendo, conseguí una escalera más cómoda y segura que la que tenía originalmente.


Arranque

Tenía todo listo y arranqué efectivamente, el 6 de enero del 2022.


Me iba dedicar de inmediato a la parte más bonita de mi trabajo, a pintar y me inspiré en el dibujo de Alfons Mucha que fue un pintor checo reconocido por ser uno de los máximos exponentes del Art Nouveau a quien admiro por su maravilloso dibujo y de quien tomé referencias.


Seguí con mi trabajo, partiendo de las apropiaciones de Alfons y llevándolas a mi pintura, a mi estilo.


Otro hecho relevante que tomé en cuenta es que aunque todos los marcos donde irían colocadas las obras tienen la misma altura, miden diferente ancho.


Le pedí al padre Carlos Humberto que me diera la estatura de La Virgen de La Asunción que es la imagen que está en el centro del ábside. Necesitaba con precisión las medidas de la imagen de los pies a la cabeza y de cada uno de los cuatro marcos con su alto y anchura.


Cuando hice el planeamiento de la obra pensé que los ángeles debían dialogar, que se encontraran y se diera entre ellos una especie de elipsis para que siempre mantuvieran al espectador dentro de la composición.


Fue así como inicié con el cuadro número dos, luego el tercero y posteriormente el cuarto. Los terminé, pero no había comenzado el primero. Eso sí, desde el principio preparé simultáneamente los cielos, los fondos y por eso, el cielo del número uno me estaba esperando.


Disfruté mucho haciendo el trabajo. La inspiración se obtiene cuando se está trabajando. Repito, primero se tiene que pensar en una serie de aspectos técnicos para después entrar en el proceso creativo de disfrute y de paz que son las sensaciones que tengo cuando pinto.


Ciertamente, pintar ángeles fue una emoción muy distinta, muy diferente, quería crear la sensación de que flotan, que están suspendidos, que generen paz.


En todo esto debe algo que uno siente para poder transmitir con claridad el mensaje. Incluso tomé en cuenta la luz con la que pinté, la música que escuché o bien el silencio. Es necesario crear una atmósfera para transmitir todo eso en la pintura.


A mí en particular me gusta la música clásica, pero también escuché mi música que no es necesariamente religiosa, pero sí que me hacía sentir tranquila, en paz. Pero lo más importante es que me encomendé a Dios y al Espíritu Santo para que me ayudaran, para que el trabajo que estaba haciendo fuera digno del lugar donde va a estar.


Cuando terminé los cuadros dos, tres y cuatro llamé al padre Carlos Humberto para que los viera por primera vez; nunca antes de ese momento se los había mostrado, aunque sí le había enviado algunas fotos de las obras en proceso.


El padre llegó a mi casa y le dije que ese era el momento oportuno para que expresara si le gustaban o no y si no le gustaban, simplemente no se ponían. Le dije que no sintiera compromiso alguno.


Al ver los cuadros, el padre Carlos Humberto me dijo: “lo único que quiero es que ya estén puestos”.


Sentí un gran alivio, una gran alegría. Eso me dio la seguridad de comenzar el cuarto cuadro, que insisto es el primero en la posición que ocupan de izquierda a derecha. Éste lo comencé de último porque no había encontrado la figura que me gustara de referencia para usarla de introducción.


Por fin encontré una imagen de un ángel, una escultura de algún cementerio antiguo, era una figura en piedra. Me gustaron la postura y las alas y me dije: este, aunque es diferente me gusta muchísimo y lo puedo amarrar con el color y otros elementos como las nubes y usando la misma proporción, los cuatro ángeles tienen la misma altura, tenía que de forma matemática pasar de una imagen pequeña al tamaño necesario sin distorsionar el dibujo.


En este último ángel las alas salieron con más detalle y me gustaron mucho, entonces retomé las alas de los anteriores y cuando volví al ángel #1 que se llama Humildad, ocurrió un hecho muy curioso e inesperado para mí. “Yo estaba trabajando, los hice todos con el mismo método, en el mismo orden, fui pintando fase por fase y entonces, al final, en los detalles, comencé de arriba para abajo, el pelo, las caras, las facciones, detalles de los ojos, la nariz, la boca, trabajé las luces. fui bajando, trabajando los pliegues de las telas, la piel, las luces y sombras de las manos y por último los pies.


Fue así como sentada en la escalerita, trabajando los pies, hice como una pincelada y expresé: ya terminé, o sea, acabo de terminar los ángeles, esto ocurrió el 22 de octubre del 2022.

Alma con su hermana, a quien considera su mejor amiga.
Alma con su hermana, a quien considera su mejor amiga.

Experimenté una emoción especial que casi no puedo describir; fue como una nostalgia porque se terminó y una alegría por haber acabado y me dije, ahora qué voy a hacer.


De inmediato llamé a mi mamá y le manifesté que acababa de terminar los ángeles. Ella me preguntó, “¿terminaste?” y yo le dije que sí sin darme cuenta, sin planearlo.


Cuando empecé a hacer el último, cuando se fue resolviendo, también tuve que repasar el azul de los tres anteriores. Me devolví pues había cambiado el tono azul y me gustó más el del último que pinté. En los tres primeros que elaboré el tono era muy intenso, tenía el temor de que se viera muy encendido y que resultaran muy protagonistas.


Cuando yo comencé a hacer los cuadros, hice los fondos en color ocre amarillo y mi duda, mi mayor duda era, qué color usar, si hacerlos en ocre o hacerlos en azules, porque el azul de la Iglesia está todo en la bóveda.

Alma con su madre, doña Myrna Tercero quien fue la primera persona que contempló la creación artística de su hija.
Alma con su madre, doña Myrna Tercero quien fue la primera persona que contempló la creación artística de su hija.

Sólo en la parte del centro, detrás de la virgen, hay un tono azul muy oscuro, que casi no se percibe porque la imagen está adelante. Entonces, el azul lo que hace es enmarcar a la Virgen, la recorta, la dibuja.


Lo cierto es que tenía mis dudas con el azul y que se volviera muy protagonista, porque no hay nada de azul abajo. Entonces, me decía: “bueno, los puedo hacer marrones, ocres, como todos los mármoles que hay abajo y quedarían más discretos. Pensé que eso les daría un aire antiguo a tono con la arquitectura del templo, pero la idea del azul me seguía martillando.


Decidí correr el riesgo, usar azules y lo hice y el resultado me sorprendió positivamente porque el azul es el color del cielo y pensé que si yo quería que estos ángeles parecieran estar suspendidos, el elemento del color era muy importante, porque a todos nos remite al cielo”.


Y, ¿Los nombres?


Cuando Alma terminó su tarea con los ángeles, éstos volaron, con muchas dificultades, por su gran tamaño hasta Nuestra Señora de La Soledad, en el Paseo de los Estudiantes. Se fueron sin nombre, algo así como que no habían sido bautizados.


Al día siguiente de la instalación, el padre Carlos Humberto me pasó un mensaje y me dijo: “Alma, vea estos textos que son de don Gustavo Adolfo Soto Valverde, que es un señor que está preparando un material para la iglesia. Es un profesor de Filosofía.


Él pasó toda la noche en contemplación. Los vio, el padre le remitió las fotos de los ángeles y escribió sus pensamientos sobre ellos.


El padre Carlos me dijo que don Gustavo, muy respetuosamente no quería interferir con el marco teórico que yo les había dado, que nada más leyera lo escrito por él y francamente cuando lo hice pensé que eso era obra de la Divina Providencia y le comenté al padre Carlos Humberto que no le quitaría ni una coma ni una palabra y que tampoco le agregaría algo más.

Para Alma Fernández, la lectura que hizo don Gustavo Adolfo de las obras enriqueció lo que pintó.
Para Alma Fernández, la lectura que hizo don Gustavo Adolfo de las obras enriqueció lo que pintó.

La piel se me erizó pues la descripción es preciosa. (Esta descripción es la que está colocada al principio de este trabajo y donde se pone el nombre de cada una de las pinturas de los ángeles, a saber, en su orden: Humildad, Contemplación, Abandono y Confianza”. La lectura que hizo don Gustavo Adolfo de las obras enriqueció lo que pinté. Ahora que veo las obras en La Soledad, no puedo creer que yo las haya hecho. Me pregunto, a qué hora hice esto. Cuando se instalaron y subí al ábside me vi diminuta y sentí la obra inmensa.


Me emociona muchísimo, me siento muy satisfecha del resultado, me da mucha alegría y pienso que es un privilegio tener este conjunto pictórico en este escenario que no puede ser mejor.


Tiempos de Pandemia


Sin duda, que el mundo ha vivido tiempos difíciles, complicados con la pandemia provocada por el Covid-19. Millones de casos e incluso de muertes en el mundo entero.


Además, los gobiernos aplicaron una serie de medidas restrictivas que en algunos casos provocaron protestas de parte de los ciudadanos.


A Alma le tocó pintar los cuatro ángeles en momentos muy crudos, cuando se dieron, en el país, una enorme cantidad de casos, los hospitales y las camas de cuidados intensivos ocupadas y muchas personas murieron.


Pero, aunque parezca contradictorio, Alma vio en la pandemia una oportunidad.


Lo que para otros es una tortura, para mí es un lujo, el estar en mi casa sin sentimiento de culpa y dedicarme a mi pintura, era un tiempo del que nunca había podido disponer.


Además, me encanta estar en mi casa. Me hice jardinera yo que creía que no tenía buena mano para las plantas ahora tengo un jardín florecido.


Es como una metáfora; todo se dio en este tiempo y para mí la pintura siempre ha sido un refugio, es como mi tabla de salvación y en este tiempo tan triste, tan difícil, tan duro que nos ha tocado vivir en el mundo entero, este encierro y este proyecto, han sido para mí una bendición.


Esa es la vida de un artista... alma de artista y, eso es lo que es Alma Fernández Tercero.


Sacerdote innovador


La tarea que le ha correspondido al padre Carlos Humberto Rojas para dar vida al templo de Nuestra Señora de La Soledad ha sido enorme pues de casi estar a punto, según decían muchos vecinos de cerrar la Iglesia, ella es hoy un sitio de visitación de parte de una enorme cantidad de fieles.


La Iglesia, construida hace más de 150 años, luce hermosa, reluciente y el sacerdote se desveló, en el tiempo que fue su cura párroco para que cada día estuviera mejor.

Padre Carlos Humberto Rojas: siempre impulsó a Alma para que ejecutara la obra.
Padre Carlos Humberto Rojas: siempre impulsó a Alma para que ejecutara la obra.

Cuando don Carlos Humberto llegó a La Soledad, el templo tenía más de 50 años de no recibir pintura, era, recordó, como un color marfil y todo estaba sobre el mismo color.


“Cuando pintamos la Iglesia y resaltamos algunos colores, algunas molduras y detalles con sus colores y pintamos el cielo raso azul, nos dimos cuenta de que el templo era sumamente bello, que tenía detalles hermosos", comentó.


Por eso, dentro del proceso de restauración vimos esos cuatro marcos que están en el atrio de la iglesia, que se dejaron desde el principio, desde la mitad de siglo XIX que fue cuando comenzó a construirse el templo.


Estaban ahí para que se le colocaran pinturas, cuadros, pero había pasado mucho tiempo y ahí no había nada.


“Fue cuando le hice la propuesta a Alma Fernández, quien es una buena amiga y una excelente artista. En aquel momento, ella me dijo que no, porque no se veía pintando algo tan grande, con esas dimensiones y sobre todo que la responsabilidad era muy grande porque La Soledad es un templo histórico en el centro de San José y es patrimonio.

Así lucía el altar principal de Nuestra Señora de la Soledad antes de la instalación de los ángeles pintados por Alma Fernández.
Así lucía el altar principal de Nuestra Señora de la Soledad antes de la instalación de los ángeles pintados por Alma Fernández.

Le seguí insistiendo y cada vez que venía acá, yo le decía: ahí la están esperando y, hace tres años me dijo: padre, voy a empezar los trabajos”.


El sacerdote le dio el visto bueno y ella empezó a concebir las obras, “me imagino que empezó a manchar muchas hojas pensando en lo que iba a pintar”.


“La única instrucción o lo único que le pedí, como es la visión de la Asunción la que tenemos ahí, dentro de la iglesia, que hiciera ángeles, porque siempre, la Asunción de María se ha representado con ángeles que la acompañan. Esa fue la única instrucción”, insistió el padre Carlos Humberto.


Ella, recordó el padre, decía que iba a pintar algo que no compitiera con lo que era la imagen central, la de la Virgen de La Asunción.


“Creo que lo logró pues integró con los colores en todo el entorno de la iglesia, es algo que logra un contraste, los ángeles están pintados como seres de luz, como seres celestiales y creo que lo logró muy bien”, manifestó el sacerdote.


“Para mí, como párroco es toda una satisfacción que, después de muchísimas décadas, después de más de cien años, esos espacios ya estén ocupados por cuatro obras de arte y sobre todo de una excelente calidad”, comentó el sacerdote quien hoy es el cura párroco de la Iglesia de Mata Redonda, la de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.


Por esa razón, califica el trabajo artístico de Alma Fernández como “cuatro monumentales ángeles que pintó con tanto cariño y cada uno de ellos representa cuatro virtudes marianas”.


Privilegio


Don Gustavo reconoció que tuvo el privilegio de contemplar los cuatro ángeles buscando el significado profundo como en efecto ocurre. “Son expresiones de cuatro grandes virtudes de la Virgen María representadas en forma angelical.


En su orden son la Humildad, la Contemplación, el Abandono y la Confianza y, para el historiador, desde siempre, en la historia de la iglesia las virtudes de la Virgen María han sido representadas por formas angelicales, como por ejemplo la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza, lo mismo que la Fe, la Esperanza y la Caridad. Sin embargo, advirtió que la representación no solo se hace con formas angelicales, sino que también se han hecho con otros símbolos.


Soto Valverde quien publicó un libro digital sobre la historia de la Iglesia de La Soledad aseguró que las virtudes que recogen los cuadros de Alma: Humildad, Contemplación, Abandono y Confianza son propias e identificativas de la Santísima Virgen María.



Histórico y hermoso templo de Nuestra Señora de la Soledad, ubicado en el Paseo de los Estudiantes.
Histórico y hermoso templo de Nuestra Señora de la Soledad, ubicado en el Paseo de los Estudiantes.





Créditos:

Nota redactada por Eduardo Amador para Acción Católica Costa Rica.

Video: Julio Arrieta Pérez

Editor de Video: Michael Reyes

Arte y Diseño: Jeffrey Araya Rojas


Agradecimientos:

Alma Fernández Tercero

Sacerdote Carlos Humberto Rojas Sánchez

Gustavo Adolfo Soto Valverde, historiador de La Soledad

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